PLACEBO: 12-4-2014 (Estadio Malvinas
Argentinas)
Es bueno ver (sería más justo decir:
es bueno oír) que pese a todos los loables intentos de los defensores de la
“buena vibra”, la vida sana, y el carpe
diem musical, los depresivos no hemos sido callados del todo, aún tenemos
nuestro espacio. Incluso a pesar de nuestros máximos ídolos. Brian Molko
–vocalista de Placebo– había definido el
penúltimo álbum de la banda (Battle for the sun) como eso precisamente: una
batalla por el sol, por la luz, y quizás algún tipo de redención después de lo
que había sido la oscuridad hermética de un trabajo como Meds: himno de
suicidas, marginales, jovencitos atormentados pendiendo de un hilo de aguja (de
heroína en la mayoría de los casos). Loud like love, el último disco de estudio
de la banda, parece querer adentrarse en esa habitación un tanto más colorida:
el diseño de tapa del CD, es una explosión de colores vivos, psicodélicos, es
ruidoso, como el título lo indica, pero un ruido distinto, quizás, similar a un
big-bang, o los minutos antes del big-bang, es algo raro de describir.
Sin embargo, ese sábado 12 lo
entendí. Ahí estaba la banda: Brian Molko, el andrógino de negro impecable, Stefan
Olsdal, altísimo con cara de ingenuo, y la última incorporación a la banda,
luego de la partida de Steve Hewitt, en la batería, Steve Forrest: este Steve
rubio y lleno de tatuajes, con pinta de surfer,
o modelo de ropa interior, con cara de estar en el lugar equivocado. Brian
había depositado en él la necesidad de traer un aire de frescura y optimismo a
la banda, lo cual resulta evidente por la forma frenética en la que Steve-rubio
golpea los tambores. Lo entendí cuando tras la apertura, en un meloso, malévolo
y genial tono de voz, volvió al castellano en un arma afilada para decir:
buenas noches, mi nombre es Brian, y mi banda se llama Placebo. No sé por qué
en ese instante lo supe. Estaba en un lugar seguro, acompañado de hermanos
maniacos-depresivos, rodeado de jovencitos que tomaron sus medicamentos antes
del concierto. A pesar de los más heroicos intentos de una de las bandas (para
mí, que no sé una mierda de música, lo acepto) más relevantes de estos últimos
tiempos: sino relevantes, sí originales, putamente crudas. Lo supe, incluso la
redención en Placebo viene rodeada de un halo de luz fría: es humana, en la
medida en que no es optimista ingenua, pues mantiene un aire de mueca, de
ruina, de sarcasmo, una breve y apenas perceptible baba de oscuridad, vital
para hacernos apreciar mejor la luz de la que la vida brota. Los depresivos
estábamos salvados.
Un show que repasó lo mejor de su
carrera, y en el que la banda sonó como un grupo de cuervos luminosos (no sé
muy bien qué significa esta metáfora, tal vez nada), seguidos por una guitarra
de apoyo y un violín, de lo demás se encargaba el poli-funcional de Stefan, con
el bajo y un teclado, Steve-rubio con una presencia que al tercer tema se
convirtió en una urgencia innegable, y Brian, con esa voz gangosa, de muñeca
asesina, de actriz luego de años de fumar, Placebo, tocaba para un grupo que
imaginé más amplio (los depresivos somos una especie en vía de extinción), y
sus canciones nos iban llevando por un Leteo de aguas brillantes,
re-versionando clásicos como Meds, o Blind, mucho más lentos, como si nos
permitiera apreciar un poco mejor la letra o nuestros recuerdos, mezclados con
temas del último álbum, para regalarnos una pequeña epifanía: Placebo era un
viaje por terrenos de oscuridad y luz, era un camino de contradicciones con
ascensos y descensos, el show se centraba en eso justamente asistir a las
multiplicidades de la condición humana.
Valió la pena el frío que soportamos
a la salida del concierto, esperando un tren que hacía eterna la espera. Valió
la pena enfermarse después. Las horas de espera en la fila, el frío: por un
momento pensamos que todo hacía parte de un gran performance para doblarnos el alma y crear la atmósfera justa para
el recital. Todo lo anterior y lo posterior queda en el territorio de lo
justificado, por un par de horas en los que podíamos sentirnos oscuros y un
poco vivos.