viernes, 2 de septiembre de 2016

ME VOY VOLVIENDO NEGRO




Cuando mi negra se muera, me voy a hacer una canoa con su cuerpo, pa´ remontar el río. Mi río Atrato, ancho como las caderas de mi negra; mi río Timbiquí, lleno de voces, y de pájaros, como la misma voz de cascabel de mi negra: ahí la oigo que me grita: “vení, vos, diablo, ¡dónde se habrá metido!”. Voy yendo, mama buena, vengo de andarme por esa tierra donde se ensayan relámpagos; mirá cómo llueve con su alboroto de monos aullando felices, en las ramas de los árboles, lanzándole pepas de mango, al reflejo de la luna en el agua. Mirá cómo sale San Pedro a lavarse la túnica en el aguacero. Tiene la melena toda alborotada y los dientes sucios de mascar tamarindo. Amanece. Me voy volviendo negro. Con la bemba colgando, con la bemba que te llama, negra mía, en el cuero de los tambores, en mis palmas coloradas, ¡que por qué!, de tanto palmear la tierra. La tierra estaba todavía caliente, y era un amasijo sin forma y una bola caliente y un pedazo de fruta y un barrizal de cielo, cuando salimos a llamarte y los guacamayos aún no habían aprendido el arte de los telegramas; y te llamamos, golpeando con la palma abierta, esta tierra blanda que nuestras manos en su repique, fueron amasando; nos fuimos tiñendo de rojo-naranja, desnudos en la planta del pie, y de la entraña fresca de la selva te oímos cantar. 

Era una voz venida del hondo socavón de tu alma, oliendo a cadena, a dulce, a madera mojada, a fuego viejo de otras sílabas aprendidas en el primer día del mundo, cuando Dios tirado en su hamaca dijo: “esa franja de lluvia que ven ahí, es el río; cuando yo me muera, me hacen una pira de grillos, y una canoa con este pecho y unas velas con esta barba, y unos remos de mis dos cejas, y van y pescan bagres y truchas arcoíris, y compran mucho aguardiente, y se emborrachan todos en mi nombre, que yo pago luego”. ¡Ya me voy volviendo negro!, más negro, ahí me crece la selva en el esternón, se me entiesa todo el lomo, ya voy, negra, que ya voy, a juntarme a la rotación de tus tetas, apretujado al ritmo de tu lengua, al sudor telúrico que se te sale por la risa. Se me va tiznando la frente, oscura la nariz de boxeador, carbón de orejas y pómulos. A mi negra le gusta verme amanecido en sus besos. Cuando mi negra se vaya, voy a despelucar un ramo de nubes para hacerle dos aretes, me voy a colgar sus collares pa´ subir, corriente arriba, a las fiestas de la virgen, que llenan el agua de flores. Mi negra anda descalza, mi negra libre, sus piernas que me ciñen, me aprietan, me exprimen,  me comprimen, y me chupan, sus piernas que son dos troncos, que son las orillas de mi noche, que son la noche y las estrellas como perlas transpiradas de sus ojos. Cuando ella se vaya con la humedad del día que comienza, yo me iré a vivir al corazón de una papaya. Ya me voy, estoy, me voy haciendo negro, se me estiran las vocales, que por qué tengo ojos amarillos y grandes, que por qué tengo branquias, me voy, ay mamá, me sube el ritmo en un mareo, qué es esto que me quema en la cosquilla, se me dora el alma, se me hace semilla, selva que suda, que ruge, que pide, que vive, ay, por mi negra, si se me muere se me muere la risa, pero me iré por mi río a echar las redes, con mi negra, con sus tetas de trasatlántico portentoso, rompiendo las olas marrones, sucias de domingo. 

Me voy, que ya me hago negro, las consonantes de aceite de coco de su amor, sus calzones diminutos, sus pedacito de alma hirviendo de noche, llenando este reguero de oscuridad, con estrellas, vení, vení mordeme aquí, chúpame acá, tocá, agarrá, sobá, frotá, cantá, bailá, me voy haciendo negro con su negrura, mi negra, mi piel se tensa, ahí la tambora, en el bohío, juntos en la choza, vení, vení, arañame, pinchame, tócame, ve, un poco, un poquitito, más, apretá, apretá, apretá, apretá. 

CANTO



CANTO



¿Vio usted lo que es esto?, le digo que no hay quién me aguante semejante relajo de estrellas; ¡ay, por Dios!, bien me dijeron que uno está hecho del lugar en el que se mueve a sus anchas;
Yo por eso le digo:
Fíjese a mí, que cuando una caricia me esculca el alma, ay mamá, ¡toditito el costillar que me zumba y rezumba a marimba e´ chonta!; quién me va a calmar este caracoleo de palabras, por esternón mi cordillera, centro, oriente, y occidente, arriero que camina, sueño a machete, venite luna a vivir al patio conmigo, en el murmullo del platanal.
Es que me brota húmeda y profunda la verba, la bemba y el ritmo; agárrame, en farallones tus abrazos, barahúnda de guacamayos, tropel de pájaros y guacharacas, Virgen de las Lajas, en amarillos se me desvela el cielo del paladar; ¿quién me para?, teneme, teneme, negro;  
Oiga, sobrino, no más, este barranco luminoso de tardes entre amigos; relajo de chicha, que no me hable nadie del adverbio, aquí todo presente, y hasta la tristeza se baila:
Paso, tacón, punta, y sigo:
¡Sabor!
Bella brilla la paridera del horizonte ancho, anchísimo como lo que dura un suspiro en el valle del Sinú, o la risa de Raúl Gomez Jattin; gorda y caliente, desvelada en un bolero, en cualquier esquina de trompeta, va la luna, en el canto del pescador, en los rezos esclavos del palenque, libre como mi Pacífico, rojo, rojo, camarón altanero, Buenaventura es este desmadre de perlas en las bocas, aquí te siento Richie Ray.
Un 13 de agosto de 1999 nos quisieron asesinar la risa,
¡Ja, habrase visto! 
Póngame el río, con su coro de chicharras; corazón de mango biche, risita de grosella, suelta la brisa de un tambor, respiro, acordeón y desierto, tanta casa en el aire, mi niño, para este pique de pulsos; ya me voy llamando, ya me hago negro, mulato, cimarrón,
Me hago pulmón de papaya, rama de tamarindo, oleaje bravío, tanta historia resumida en mis manos, en estas líneas, uñas de páramo y papa, tengo cuero de tambor, tengo misterios bajo la ruana,
Pa´ contarte un río Atrato de verdes por esternón, poblado de voces, millar de historias, que me parta Omar Rayo si miento, todo fue llanto, y sangre licuándose en nuestros mejores anhelos,
Pero quién puede con raza semejante, ¿viste sementales prodigiosos así?
Centauros tricolores, melena dorada al viento, Aureliano Buen Día, cinco y nada aquella noche lejana, habrase visto próceres mejor dotados que estos.
Brindo en un suspiro de anís,
Canto de caña brava, sudor bendito de campeones ciclísticos, de poetas incendiarios, a plomo nos quisieron correr de la vida, pero nadie puede con esta irresponsabilidad de chirimías, farol y verbena, una reina pa´ cada uno; venite, María candela del Cabo de la Vela,
Me quemo, gozo de ron; vente a prender la alegría con su remilgue de muerte y su ajuar tejido de estrellas, vamos a espiar por el horizonte salado, las carabelas de Colón, que ya me voy haciendo indio, Kogui, Wayu, 65 lenguas te hablan de la selva encantada,
De un hombre delfín, de una hembra que ya me crece en sierpe, amazónica planta de este pie colorado;
Con el que te marco el ritmo, no me para la lengua; esto es el poema, labios de chontaduro; es así que se canta, sustantivado en un mar de siete colores, semilla rebelde,
Joropo, bambuco, currulao de socavón festivo, de duelo a carcajadas de yuca,
Yo te canto, culebrero luminoso, de cosas invisibles y de hojas secas, de guerras y mujeres, yo te traigo de primera mano, sudor de la Magdalena para los anémicos, adjetivos de guayaba con pepas y gusano, para las tardes de domingo, y hasta los gringos de piernitas flaacas y rosadas, imantados a la cadera de una negra telúrica;
De esto te vengo diciendo, de estas cosas que somos, mi hermano, pueblo verraco, oh, júbilo inmortal, esta paridera de trovadores,
El poema nunca se acaba, me paro, pero para pedir otra.