Dejadme caer por la borda, rebalsado de licor hasta el
hueso del alma, mojada toda la mirada a lo largo y ancho de esta noche con
estrellas, que el ruido del motor sea mi testigo, no importa, ser feliz, a
veces es esta cosa indeterminada en mi risa, algo como tu cabello entre mis
dedos
Luego nada, hacer equilibrio sobre los barandales,
dejadme ir un rato a charlar con las sirenas, perderme en la corriente turbia,
ser bendito de pirañas y delfines, de atardeceres, de amnesia y de tus besos,
para mí, por favor, esta noche basta, perfecta en sus calores, con mi vaso de
aguardiente
Con la música infantil de las hélices, el chapaleo
invisible de un camino abierto y perdido en un segundo, el tesoro más profundo
lo hallé en un halo de aire, tan breve y claro
Por favor, esta risa es contagiosa, no os preocupéis,
iré directo hasta el fondo, sin distraerme con algas o lingotes de troncos, no
desvelaré al cocodrilo, sólo quiero mojar un poco este suspiro, ahogar a un
niño perdido entre tanta gente rara, si no encuentro manera de hablar de ti
Qué maravilla, líbrame a la corriente, entrégame al
oscuro porvenir del agua, te prometo aprender de las espumas que rodean el
barco, cantar y cantar sin nombrarte, sin pagar al tiempo nada de lo que se me
ha dado en tu cuerpo, tu existir fuera del mío, la felicidad se vestirá
temprano, yo la llevaré de la mano al puerto, donde despediremos amigos, donde
cargaremos mercancías urgentes
Dejadme al río
volver, careado, cansado, egoísta de todo lo que visto
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