domingo, 4 de marzo de 2018

Para Adeline




Primero está la piel, claro, el cuero, la coraza, el pedazo de tela vacuna, de cerdo, o palometa, la escama íntima de sirena negra, cangreja, dermis oscura de sudor, cutis para un bombo de estrellas
Primero el receptáculo este profundo de mujeres amanecidas en mi caricia, Adeline, disculpa, es que la soledad, quién te la quita, no me alivia sino la boca con su ritmo, la lengua roja, rojísima que me llama en su imperativo de pájaros
Ahí los minerales y las sales, el metamorfismo de las otras pieles, con sus cielos al descubierto, ahí los repiques a media luz, la hamaca, sus luchas minúsculas, secretas, los pellizcos deliciosos de las miradas buscándose, primero bucear las rodillas, meter el empeine en remojo, la cadera, bamboleo de mi navío, noche se hace noche en el caracol de las orejas, por ahí entran las adjetivadas pecadoras que uso para describir la curva de tu nariz
Ah!, la piel, su manifiesto en dos aureolas, dos lunas que se despiertan entre mis manos, las líneas de mi destino, qué es sino el desmadre de tu pelo, son largas las jornadas del barco, comiendo plátano, viendo delfines calzarse chalecos y enfilar a las fiestas del pueblo
En cada hoguera, en cada orgía de grillos, en cada techo, en cada naufragio, primero el cuerpo, la piel y su caparazón sudando, pellejo al aire como tumba abierta al rezo del alcohol, como viuda enlutada de mil collares, perlas, cuarzos, pecas, lunares, mentirosa degeneración, todo es trasegar en música, para vivir aquí por siempre, en estas ganas de un contigo, morar en tu ombligo.      

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